lunes, 1 de diciembre de 2014

si te liberaras de la tiranía de las pantallas? XVIII

INTRUSIÓN

Extasiado. La invención de Quantum C era algo extraordinario y no pude desprenderme de ella en toda la noche.
Gracias a eso, el desvelo rindió sus frutos, pues con cada minuto que pasaba, mi forma de navegar por la Red iba mejorando progresivamente, a tal nivel que, al amanecer, ya era capaz de gestionar varios gigas de información a voluntad. A ese ritmo, pronto habría abarcado la totalidad de la Red superficial, al menos del contenido en mi idioma y en inglés, y pronto accedería sin dificultad a la Red profunda, aquella que no era indexada por los motores de búsqueda. Los motores de búsqueda… a menudo me reía de ellos.
El único problema que le encontraba al sistema era la inmovilidad, dado que estaba anclado a la conexión de banda ancha de mi casa. Debería hacer conservado mi teléfono móvil, a pesar de las aprensiones de Quantum C, pero el daño ya estaba hecho.
Me sentía completamente a gusto, disfrutando de todas las bondades de la Red sin estar atado a una pantalla, lo que hacía sentir prácticamente invulnerable. Hasta que, cerca del mediodía, cuando estaba totalmente familiarizado con la navegación neural, percibí la primera señal de peligro. Estaba tomando un café, cuando involuntariamente mi mano se quedó completamente quieta sosteniendo la taza a centímetros de mi boca, sin poder completar su recorrido. Todo mi cuerpo estaba inmóvil, pero mi mente, en lugar de dar la instrucción de emitir adrenalina y cortisol, se encargó en forma automática de frenar el intento de intrusión del que estaba siendo víctima. Alguien había estado intentando hackear mi cerebro.
Cuando la movilidad retornó a mi cuerpo, quité de inmediato los diodos de mi cabeza y me tomé el cabello con las dos manos empapadas de sudor. Había tenido que desconectarme para recién poder sentir miedo.
Pasaron varias horas antes de que me animara a volver a iniciar una conexión. El evento me alteró a tal punto, que me sentí menos amenazado por la tiranía de las pantallas, que por la posibilidad de ser atacado por un hacker. Y es que no era poca cosa. No era cuestión de que fueran a apoderarse de mi disco duro o de un servidor. Era mi propia cabeza la que había estado en juego.
Cuando volví a  conectarme, de inmediato le envié un mensaje a Quantum C por el QuePa, que no desinstalé, aprovechando que tenía toda la información de la Simcard de mi teléfono, contándole lo que me había pasado.
"No te preocupes, tus firewalls te protegieron"
Ciertamente su respuesta me tranquilizó.  Pero me serenó aún más que me informara que ya estaba trabajando para hacerlos más efectivos y que pudieran evitar que se produjeran esas parálisis que también a él le habían afectado.
Pese a mi tranquilidad, me desconecté nuevamente. Estaba agotado y necesitaba descansar. Así que sólo me lavé los dientes y me tendí pesadamente sobre la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Entonces, justo antes de quedarme dormido, una idea, que más bien era una pregunta, se paseó fugazmente por mi mente: ¿de dónde venía toda aquella información que Quantum C estaba procesando a su entera voluntad?
Al despertar, la había olvidado del todo y, en lugar de pensar en ello, lo primero que hice fue acceder a la Red, solo para encontrarme con un mensaje que no haría más que dejarme completamente intrigado:
“Elvis peligrará hoy día”.
No reconocí el número, ni supe a qué se refería. Aun así, me quedó la sensación de que era una advertencia que no podía ignorar e intuí que alguna pista de lo que me quería decir podía estar en la Red. Si alguien estaba en peligro, debía averiguar quién era y por qué.