domingo, 19 de mayo de 2013

si no tuvieras miedo? II


SI NO TUVIERA MIEDO, COMERÍA

Ciertamente el aroma que provenía de la cocina era delicioso. El problema no era ese precisamente, sino el origen de los manjares que sus anfitriones pondrían en la mesa. Lisette no quería parecer descortés, pero el hecho es que estaba sumamente complicada y buscaba con desesperación la forma de salir bien parada de aquella ingrata situación.
Agobiada por la incómoda posición en la que se encontraba, apuró su segunda copa de vino tinto y, mientras el líquido bajaba por su garganta, dirigió una tímida sonrisa al dueño de casa. A su lado, su novio, ajeno a las complicaciones por las que ella estaba pasando y animado por los grados de alcohol que le proporcionaba el vino, comentaba con el anfitrión la última fecha del campeonato de fútbol nacional.
Pero Lisette no oía nada de lo que se hablaba en la mesa. Su concentración estaba puesta en la cocina y en el ajetreo de la dueña de casa que iba de aquí para allá moviendo ollas, cucharas, platos y sartenes. A esas alturas, la imaginación de Lisette comenzó a jugarle malas pasadas trayendo a su mente imágenes de masas grotescas que se retorcían al interior de los adminículos de cocina. Luego sintió un repentino retorcijón en el estómago al imaginar que una porción de aquel amasijo quedaba atrapado entre sus dientes y comenzaba a crecer dentro de su boca hasta ahogarla. Sorpresivamente movió la cabeza y alejó esas escenas de su mente.
Cuando el platillo por fin fue servido en la mesa, su apariencia estaba lejos de ser la masa deforme que Lisette había imaginado. Por el contrario, aquellos alimentos lucían francamente apetitosos y, de no ser por su extraña procedencia, lo habría devorado sin demora. Lisette se quedó contemplando por unos segundos mientras sus comensales ya disfrutaban del inusual banquete. Con su vista atrapada en la comida, se sintió paralizada, incapaz siquiera de mover los párpados, sólo pensando. Si tan solo no lo supiera…, si no se lo hubiesen dicho..., si pudiera ignorar que su comida no era de este mundo... Si no tuviera miedo, sin duda Lisette comería.

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