SI NO TUVIERA MIEDO, COMERÍA
Ciertamente el aroma que provenía
de la cocina era delicioso. El problema no era ese precisamente, sino el origen
de los manjares que sus anfitriones pondrían en la mesa. Lisette no quería
parecer descortés, pero el hecho es que estaba sumamente complicada y buscaba
con desesperación la forma de salir bien parada de aquella ingrata situación.
Agobiada por la incómoda posición
en la que se encontraba, apuró su segunda copa de vino tinto y, mientras el
líquido bajaba por su garganta, dirigió una tímida sonrisa al dueño de casa. A
su lado, su novio, ajeno a las complicaciones por las que ella estaba pasando y
animado por los grados de alcohol que le proporcionaba el vino, comentaba con
el anfitrión la última fecha del campeonato de fútbol nacional.
Pero Lisette no oía nada de lo
que se hablaba en la mesa. Su concentración estaba puesta en la cocina y en el
ajetreo de la dueña de casa que iba de aquí para allá moviendo ollas, cucharas,
platos y sartenes. A esas alturas, la imaginación de Lisette comenzó a jugarle
malas pasadas trayendo a su mente imágenes de masas grotescas que se retorcían
al interior de los adminículos de cocina. Luego sintió un repentino retorcijón
en el estómago al imaginar que una porción de aquel amasijo quedaba atrapado
entre sus dientes y comenzaba a crecer dentro de su boca hasta ahogarla.
Sorpresivamente movió la cabeza y alejó esas escenas de su mente.
Cuando el platillo por fin fue
servido en la mesa, su apariencia estaba lejos de ser la masa deforme que Lisette
había imaginado. Por el contrario, aquellos alimentos lucían francamente apetitosos
y, de no ser por su extraña procedencia, lo habría devorado sin demora. Lisette
se quedó contemplando por unos segundos mientras sus comensales ya disfrutaban
del inusual banquete. Con su vista atrapada en la comida, se sintió paralizada,
incapaz siquiera de mover los párpados, sólo pensando. Si tan solo no lo
supiera…, si no se lo hubiesen dicho..., si pudiera ignorar que su comida no
era de este mundo... Si no tuviera miedo, sin duda Lisette comería.
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