lunes, 13 de octubre de 2014

si te liberaras de la tiranía de las pantallas? XIII

EL PRECIO DE LA LIBERTAD

Te levantas sintiendo que tu mundo ha sido puesto de cabeza y dudas de todo aquello que creías real. Te han dicho cosas tan descabelladas, que de puro dementes que suenan,  piensas que de alguna forma deben ser ciertas.
Nunca lo habías considerado seriamente, lo has sentido, pero no te has dado el tiempo de meditar sobre ello. Algo te perturbaba, y no sabías qué. Pero después de lo que has conocido, te das cuenta de que eso que tanto te había inquietado, podría tener una explicación. Ahora lo sabes... Sabes que la libertad con que creías vivir no era más que una ilusión.
Todos los días has vuelto a pasar por el mismo lugar, con la esperanza de que, al hacerlo, podrás despertar de un mal sueño, que todo lo que oíste no fueron más que mentiras oníricas, que mientras dormías, tu mente se desquició y te jugó una mala pasada. Te resistes a creerlo, pero no sacas nada. Sabes que, muy dentro de ti, estás totalmente convencida de que nada cambiará lo que sabes, de que es real y tienes que afrontarlo.
Hoy brilla el sol. Caminas frente al lugar donde todo comenzó y sonríes. No todo lo que ocurrió aquel curioso día en el parque fue sombrío. Es más, bastó con que solo mencionaras un pequeño trozo de tu nombre para devolver la esperanza a un hombre atormentado por una realidad distinta a la que hasta ese momento conocías, cuya liberación de la opresión a la que había estado sometido no le había traído más que dolor. Entonces sientes que tu corazón se tranquiliza al tener la certeza de haberle ayudado a curar su alma, mientras él te mostraba el mundo que había descubierto.
Sentiste temor, es cierto. Creíste que, si seguías sus pasos, te enfrentarías a un destino similar al suyo. Te viste sufriendo el mismo tormento, huyendo y desconfiando de todo y de todos, desesperanzada, solitaria y triste. Sin embargo, igual te atreviste y nada de eso ocurrió. En lugar de ello, comenzaste a mirar la vida con otros ojos. Despertaste. Redescubriste a tus amigos, esos de verdad, los que siempre están allí, los que a ti te consideran su amiga. Comenzaste a vivir y a compartir más momentos auténticos, más experiencias sensoriales vívidas, auténticas, en lugar de estados, fotos o un "me gusta". El contenido de tu vida volvió a formarse con recuerdos almacenados en tu memoria, y no con archivos guardados en un disco duro.
De pie, frente a la solitaria banca vacía del parque, has descubierto que eres consciente de que el cambio fue para mejor. Te mostraron una nueva forma de libertad, una de la que solo puedes gozar si estás atenta a lo que perciben todos tus sentidos y no solo a lo que ven tus ojos. La abrazas y sientes un tremendo afecto por ella. “Fue amor a primera vista”, piensas con una sonrisa, volviendo a sentir que puedes creer en eso.
Ahora estás más ligera, aliviada. Das media vuelta y continúas tu camino. Mientras avanzas, te das cuenta de que no todo es tan simple y comprendes que la libertad tiene su precio. Lo bueno es que, a medida que pasa el tiempo, más ganas tienes de pagarlo, porque sabes que merece la pena.
Regresas a tu casa con prisa y coges el teléfono. El de la red fija, no el móvil. El sonido del tono de llamada te provoca ansiedad, hasta que por fin del otro lado contestan.
—Hola, soy Fe —dices con serenidad.
—Lo  sé —te contesta él—. Esperaba esta llamada. Qué me dices, ¿estás lista?
—Sí, estoy lista —afirmas con determinación—. Hagámoslo.
Cortas sonriendo. Sabes que ya no eres la niña tímida de antes. Tampoco tienes miedo. Por qué habrías de tenerlo, si ahora eres libre y estás ansiosa por pagar lo que cuesta. Sobre todo si el precio por la libertad es la rebeldía.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario