BUSCARÍA UNA NUEVA FORMA DE TIRANÍA,
PERO ESTA VEZ CONTROLADA POR MÍ
Desde el evento de aquella noche,
cuando vivió en carne propia el significado de la expresión "la tiranía de
las pantallas", Quantum C había impuesto una especie de veto sobre la
interfaz, que lo llevó a cambiar la página de inicio en todos sus navegadores y
dispositivos, a tratar lo más que podía de no usar la cuenta de correo que esta
ofrecía e, incluso, hacía lo posible por prescindir de su todopoderoso motor de
búsqueda.
Pero nada de eso era suficiente,
la Red seguía siendo una herramienta y la interfaz no era más que una pieza de
aquella maquinaria de subyugación. Lo peor es que tampoco se sentía tranquilo
mirando la televisión y comenzaba a sentir una extraña aversión por su teléfono
móvil.
Pero era imposible escapar de la
omnipresencia de las pantallas. De hecho, era casi imposible realizar su
trabajo sin contar con un computador, la ciencia moderna era inconcebible sin ordenadores,
lo que, por supuesto, le daba a aquellos aparatos el increíble poder de ser
imprescindibles.
Era el paradigma de la era
digital: no es posible acceder a todo el conocimiento existente en el mundo sin
la experiencia visual y, por lo tanto, para obtener la información o acceso a
la infinidad de contenidos alojados en el entorno virtual, era indispensable
tener un aparato que posibilitara verlos cuando estos eran requeridos.
Entonces, para conseguir o difundir cualquier tipo de dato, era necesario
contar con una pantalla.
"Quizás", despertó
pensando una mañana, después de otra mala noche de sueño, "las personas
ciegas son la únicas que viven libres de la opresión de las pantallas". La
premisa parecía lógica, pero él sentía que no era correcta. Fallaba en algo, y
le costó trabajo dar con el qué.
Sabía que la respuesta tenía que
ser sencilla, pero estaba siendo particularmente escurridiza. Y ello le
resultaba aún más molesto que sentirse atrapado, aun cuando parecía una
nimiedad. Tal vez podría encontrarla
rápidamente en la Red, pero no estaba dispuesto a rendirse nuevamente a ella,
menos con algo tan simple.
Algo estaba pasando en la cabeza
de Quantum C, como si la existencia estuviese jugando con su mente para que no
pudiera hilar sus ideas con coherencia. Se dio cuenta de que su constante
estado de inquietud lo estaba forzando a alejarse de sus investigaciones. No
poder confiar en su computador trastornó la fe que había depositado en la
ciencia y en los conocimientos que había ido adquiriendo con los años. ¿Qué
prueba había de que todo aquello era cierto y no algún tipo de manipulación
para mantener sosegada la mente de los seres humanos?
Se plantó frente a la pizarra de
su oficina para tratar de explicarse a sí mismo lo que estaba sucediéndole,
pero lo único que consiguió fue escribir unos y ceros. Cuando finalmente
comprendió que lo que estaba haciendo no lo guiaba en la búsqueda de
respuestas, abandonó el plumón de color rojo y volvió a sentarse frente al
escritorio. Durante algunos minutos, que parecieron una eternidad, se limitó a
mirar absorto la secuencia binaria que, por azar, había escrito en la pizarra.
—Encendido – apagado – apagado –
encendido – apagado – encendido – encendido – apagado – encendido – apagado –
encendido – encendido —leyó mecánicamente.
En forma casi imperceptible, los
números comenzaron a moverse rítmicamente, siguiendo la secuencia que acababa
de leer. En otras circunstancias habría pensado que el estrés finalmente le
estaba pasando la cuenta, al nivel de hacerle alucinar con los garabatos
dibujados en el panel. En lugar de eso, descubrió en esos números danzantes las
respuestas que buscaba.
Primero, los ciegos también eran
vasallos de las pantallas. Mal que mal, para cargar la información digital
destinada para su uso, se necesitaba que alguien ingresara los datos a donde
fuera que se guardara.
Segundo, y más importante aún,
descubrió la fórmula para liberarse de la
tiranía que subyugaba y oprimía a los seres humanos: como la información es
poder, y son las pantallas las que controlan
la información, la solución radicaba en desarrollar una forma de acceder a ella
prescindiendo de la experiencia visual. Para conseguirlo, debía comenzar una
nueva búsqueda, una búsqueda que lo llevaría a encontrar una nueva forma de
tiranía, solo que esta vez, él sería quien la gobernaría.
La idea, que parecía casi
irrealizable, le voló la cabeza durante el resto de la jornada y se fue a
dormir con ella, ansioso por despertar con la fórmula para lograr lo que se
proponía.
Al otro día, una idea fantástica
le hizo pasar por alto el hecho de que por fin pasó una buena noche. Y es que se
trataba de una idea que podía revolucionar al mundo entero, y que le hizo
gritar con todas sus fuerzas:
—¡Eureka!
—¿Amor? ¿Qué pasó?—le preguntó
intrigada su mujer al oír los gritos.
—¡Lo tengo! —exclamó él
emocionado.
—¿Qué cosa?
—La clave para la libertad de los
seres humanos. Recuerda bien este concepto: Acceso Neural a la Red.
Quantum C estaba en éxtasis. Aun
no tenía la menor idea de cómo lo llevaría a la práctica, pero sabía que las
respuestas pronto entrarían directo a su cabeza… literalmente.
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