NI REBELDE, NI SUMISA
Se marchó y
dejó todo en busca de un sueño. Un lugar pacífico, un cálido abrazo por las
noches, un trabajo tranquilo cerca del mar. Era todo lo que necesitaba.
Hizo bien,
como la mayoría de quienes se lanzan a cumplir sus anhelos. Si, extrañaba a sus
afectos, sus amistades, el cariño de aquellos que habían entrado a su vida a
ocupar un pequeño lugar en su corazón. Pero no los había abandonado, solo había
un espacio más largo que los separaba, llenado por el amor fraterno que les
profesaba.
Un día
cualquiera, Sandra cogió papel y lápiz y se dedicó a tomar apuntes. De lo que
fuera. Podían ser vivencias cotidianas, reflexiones o ideas sobre el trabajo.
Y, a menudo, las más alocadas ideas que se asomaban a su cabeza. Estas
últimas eran las que más disfrutaba.
Ocurrió que,
en una ocasión, le tocó viajar fuera de la ciudad hacia el valle, junto a otros
compañeros de labores. El día anterior había llovido, pero aquella jornada era
el sol el que reinaba. El paisaje era espléndido y tenía a Sandra realmente
maravillada. Lo comentó en voz alta, penando en que los demás también habían
reparado en ello, pero nadie respondió. Estaban todos absortos en lo que fuera
que estuviesen haciendo en sus teléfonos.
"¿Cómo
puede haber gente tan idiotizada?" se preguntó, sintiendo una mezcla de
disgusto con desilusión. Pero, en forma
involuntaria, tomó su propio celular para mirar la hora y sacar una foto.
Entonces se le ocurrió: "¿no sería mejor lanzar el teléfono por la ventana
y quedarme con el recuerdo imborrable de este paisaje grabado en mi propia memoria?"
Lo meditó
seriamente durante unos segundos, pero el costo de quedarse incomunicada habría sido muy alto y era un capricho que no
lo merecía. Sin embargo, la idea no se esfumó del todo y dejó registrado todo
aquello en el cuaderno que descansaba sobre su regazo.
Una vez que
terminó, se sintió sola a bordo de una camioneta compartida con tres personas
más. Pero no fue una sensación agobiante, por el contrario, pareció
reconfortarla. No había caído dócilmente en el juego de la mayoría, pero
tampoco les enrostró la idiotez de su alienación. Así era ella y así sería el
personaje que protagonizaría lo que fuera que resultase de sus notas. Y así lo
consignó en su cuaderno: "Ni rebelde, ni sumisa, sino todo lo
contrario."
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