lunes, 4 de agosto de 2014

si te liberaras de la tiranía de las pantallas? III

NI REBELDE, NI SUMISA

Se marchó y dejó todo en busca de un sueño. Un lugar pacífico, un cálido abrazo por las noches, un trabajo tranquilo cerca del mar. Era todo lo que necesitaba.
Hizo bien, como la mayoría de quienes se lanzan a cumplir sus anhelos. Si, extrañaba a sus afectos, sus amistades, el cariño de aquellos que habían entrado a su vida a ocupar un pequeño lugar en su corazón. Pero no los había abandonado, solo había un espacio más largo que los separaba, llenado por el amor fraterno que les profesaba.
Un día cualquiera, Sandra cogió papel y lápiz y se dedicó a tomar apuntes. De lo que fuera. Podían ser vivencias cotidianas, reflexiones o ideas sobre el trabajo. Y, a menudo, las más  alocadas  ideas que se asomaban a su cabeza. Estas últimas eran las que más disfrutaba.
Ocurrió que, en una ocasión, le tocó viajar fuera de la ciudad hacia el valle, junto a otros compañeros de labores. El día anterior había llovido, pero aquella jornada era el sol el que reinaba. El paisaje era espléndido y tenía a Sandra realmente maravillada. Lo comentó en voz alta, penando en que los demás también habían reparado en ello, pero nadie respondió. Estaban todos absortos en lo que fuera que estuviesen haciendo en sus teléfonos.
"¿Cómo puede haber gente tan idiotizada?" se preguntó, sintiendo una mezcla de disgusto con desilusión.  Pero, en forma involuntaria, tomó su propio celular para mirar la hora y sacar una foto. Entonces se le ocurrió: "¿no sería mejor lanzar el teléfono por la ventana y quedarme con el recuerdo imborrable de este paisaje grabado en mi propia memoria?"
Lo meditó seriamente durante unos segundos, pero el costo de quedarse incomunicada  habría sido muy alto y era un capricho que no lo merecía. Sin embargo, la idea no se esfumó del todo y dejó registrado todo aquello en el cuaderno que descansaba sobre su regazo.

Una vez que terminó, se sintió sola a bordo de una camioneta compartida con tres personas más. Pero no fue una sensación agobiante, por el contrario, pareció reconfortarla. No había caído dócilmente en el juego de la mayoría, pero tampoco les enrostró la idiotez de su alienación. Así era ella y así sería el personaje que protagonizaría lo que fuera que resultase de sus notas. Y así lo consignó en su cuaderno: "Ni rebelde, ni sumisa, sino todo lo contrario."

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