lunes, 25 de agosto de 2014

si te liberaras de la tiranía de las pantallas? VI

ELVIS

Fue una noche de desenfreno como no las tenía desde hacía años. Una juerga de aquellas con los viejos amigos.
Comenzó con un viaje relámpago a Santiago por motivos laborales y, al enterarse de su estadía en la capital, sus amigos insistieron en que tenían que juntarse a tomar un trago para conversar sobre la vida y rememorar algunas locuras de juventud.
Cómo fue que se salió de control, da lo mismo, no era de extrañar que terminara así, pues abundaban el entusiasmo y el alcohol. El caso es que esa noche acabó durmiendo en un lugar desconocido sentado en un sillón. Cuando despertó, aún estaba oscuro. Justo frente a él había una mesita sobre la cual descansaba un televisor encendido. La situación en la que se encontraba le resultó conocida, pero no podía recordar dónde la había visto.
Trató de acordarse de cómo había llegado hasta allí, pero su memoria no era más que ruido blanco, y prácticamente todo lo ocurrido durante la velada navegaba en el mar del olvido. Sin embargo, el televisor frente a él encendió un recuerdo efímero que bien podría haberse esfumado tan rápido como apareció en su mente.
Sin quererlo, se quedó impávido mirando la pantalla, como si fuera ella la que le permitía aferrarse a ese retazo de memoria para que no se desvaneciera junto con el resto de la juerga de esa noche.
"Que programa más malo", susurró, pensando en lo mucho que le desagradaba la tele. Con esa reflexión, el recuerdo de Eduardo adquirió una nitidez deslumbrante y cobró todo el sentido del mundo.
Durante la velada, uno de sus amigos, que solía parecer el más centrado del grupo, había estado hablando un montón de pelotudeces de no sabía qué cosa con las pantallas. A Eduardo le había provocado la sensación de que el tipo se había rayado un poco, que se le había pelado algún cable en el cerebro o, quizás, solo estaba muy borracho. Pero lo cierto fue (y en ese momento logró recordarlo con claridad) que ni siquiera había tocado la única cerveza que pidió. Le llamó la atención su paranoia, pero algunas cosas de las que dijo le parecieron interesantes, aunque en su momento pensó que era por el apasionamiento con el que hablaba, más que por las palabras mismas. Palabras de las que, por supuesto, no recordaba ni la mitad. Eso le molestó. Llegó a creer que en ese mismo instante necesitaba saber de qué había estado hablando, así que intentó ponerse de pie para buscar a su amigo y pedirle que le volviera a explicar todo, pero le resultó imposible hacerlo. Supuso que se debía a su estado de intemperancia, pero no se sentía ebrio. Quiso mirar su cuerpo para ver si es que alguna atadura lo mantenía aferrado al sillón, pero no consiguió despegar sus ojos de la pantalla.

Instintivamente buscó a tientas algo que le permitiera apagar el televisor, pero solo encontró una de esas bolas de cristal con un gato y un ratón cubiertos de nieve en su interior. De pronto, recordó la escena que aquella situación le evocaba, solo que, en lugar del revólver que el protagonista original llevaba en su mano, Eduardo tenía la bola de nieve. Entonces, sin pensarlo, lo arrojó contra la pantalla, haciéndola estallar entre chispas y cristal astillado. "Si Elvis de verdad hizo esto, que bien debe haberse sentido", pensó satisfecho al comprobar que se había liberado. 

1 comentario:

  1. No sé quién te crees que eres, que tienes el descaro, no solo de publicar esto usando mi nombre, sino también de presentar una situación tan delicada como si fueran inventos tuyos.
    Esto está pasando, no es ficción, hay gente que sufre por esto que llamas "la tiranía de las pantallas", pero tú lo usas solo como una forma de matar el tiempo tratando de entretener a otros.
    Al menos ten la valentía de firmar con tu propio nombre y deja de suplantarme. Agradece que no tengo mucho tiempo, mira que de lo contrario te haría mierda a ti y a tu blog.

    PD: igual me gusta como escribes.

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